La crisis económica que estamos atravesando ha hecho resurgir conceptos e imágenes del 2001. Las palabras “inflación”, “devaluación”, “FMI” y “riesgo país” volvieron a ser parte de nuestra cotidianidad. Además de las movilizaciones en las calles en contra del ajuste, el trueque también forma parte de las postales de una Argentina que duele.
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En esta ocasión, El Quiebre visita el trueque de Laferrere que se lleva a cabo los lunes miércoles y viernes por iniciativa de cuatro mujeres que intentan, como pueden, enfrentar las medidas neoliberales del gobierno macrista.
Son las nueve de la mañana y empiezan a llegar las primeras personas. Traen mochilas, carritos de compras y bolsos con ropa, calzado, y artículos varios. Acomodan prolijamente cada producto sobre una manta en la vereda del parque de Gregorio de Laferrere. Cuelgan un cartel con sus nombres en el alambrado para que el resto pueda identificarlas. El intercambio se llevará a cabo hasta las 11.
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Romina Guzmán tiene 35 años, es una de las administradoras del grupo de Facebook “TRUEQUE LAFERRERE” que ya supera los 19 mil miembros y que funciona hace dos años. Se pueden publicar fotos de los artículos que se tienen para intercambiar por otros productos, en su mayoría alimentos no perecederos, y de esa manera acordar el día en que asistirán al encuentro.
Romina nos cuenta que “la plata no alcanza”, y que el trueque es una forma de “remar” la situación económica del país.
“Nosotras tenemos las reglas del grupo, que lo esencial es el respeto, ante todo. No manejamos dinero porque la idea es tratar de que lo que uno no utiliza en la casa, otra persona lo pueda utilizar. Y así uno se lleva un poco de mercadería”, sostiene la administradora.
Romina recuerda la crisis del 2000: “Volvimos a lo mismo, mucha diferencia no hay porque creo que a la gente, estos últimos años, le está costando poder vivir, porque un kilo de carne está 200 pesos y una familia numerosa no puede comer un kilo de carne por día. Yo veo que está muy complicado para todos”.
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La mayoría de las manteras son mujeres, aunque también asisten algunos hombres que se quedaron sin empleo.
Patricia Ortiz (54 años) es miembro del grupo de Facebook y el trueque por “necesidad” desde el 2016, y nos informa que aunque no tiene hijos chiquitos, tiene nietos a los que también “ayuda”.
“Gracias a las administradoras estamos hoy acá, estamos en un grupo grande, ya somos conocidas, compañeras, así que se formó un lindo grupo y una viene con ganas a pesar de la necesidad”, afirma Patricia.
Ortiz se aflige, sostiene que el trueque la “ayuda en parte”, y que ella necesita un trabajo: “Yo la luz no la puedo pagar con esto, ni viajar en colectivo. Entonces lo bueno sería que tengamos trabajo. Que tengamos un recurso, que nos levantemos a tal hora, trabajemos y volvamos a nuestra casa con la plata en el bolsillo. Con este gobierno estamos cada vez peor”.
Yesica Rodríguez (33 años) tiene cuatro hijos y participa del trueque por temas económicos desde que empezó y se lamenta: “mi marido está sin trabajo, y yo soy la única que me muevo ahora en este sentido”. También recuerda que vivió los trueques durante el gobierno de Fernando De La Rúa: “Los viví mal. Junto a mi mamá. La verdad que mi mamá toda la vida hizo trueque, y bueno, esto me hizo recordar a los tiempos de antes”.
Por su parte, Blanca Silva (59 años), pensionada, es miembro del grupo hace seis meses y usa el trueque para cambiar “ropa que antes donaba a la iglesia” por mercadería. También expone: “yo antes, de luz pagaba 300 pesos, y ahora pago dos mil, y lo que se me va del sueldo, yo trato de acá llevar fideos, harina por lo que cambio”.
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Romina Guzmán y sus compañeras se encargan de lograr que la mañana termine de forma exitosa, y ordenada. Usan un megáfono para localizar a las diferentes usuarias, y lograr que todas se encuentren para realizar el trueque correctamente.
“Somos solidarias con todos. Así como nosotras ayudamos a las chicas, las chicas nos ayudan a nosotras, es una ayuda mutua”, afirma Romina.
Todo termina con un sorteo por juguetes, productos y mercadería. Los números salen de la bolsa y son cantados por el altavoz. Mientras, de a poco empiezan a levantar las mantas. Las ganadoras guardan sus premios y se alejan con una sonrisa.
Nos quedamos con una postal triste de la crisis que nos golpea, pero que reluce la organización y solidaridad de los y las que menos tienen.
Por Martinez Patricia
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